Descorchar una botella, especialmente de vino, no es sólo una tarea imprescindible, sino que suele convertirse en un auténtico protocolo. En las catas enológicas más sofisticadas, el arte de sacar el corcho, airear el vino y servirlo en la copa es una liturgia realmente significativa, que nunca debe dejarse a la improvisación. Un sacacorchos es un adminículo dotado con una hélice y un mango o palanca que permite extraer los tapones de corcho en las botellas o frascos. La tecnología ha evolucionado muchísimo, habiendo sofisticado esta práctica hasta el punto de ofrecer un buen número de sacacorchos diferentes, a gusto de casi todos los usuarios y necesidades.
El sacacorchos de palanca es el más utilizado y práctico, ya que puede llevarse incluso en el bolsillo. Su manejo implica clavar y enroscar el tirabuzón en el corcho, apoyar una de las partes metálicas en la botella y hacer palanca para extraerlo. El de alas es, si cabe, todavía más sencillo: al clavar el tirabuzón dándole vueltas, los brazos suben hacia arriba, por lo que basta después con bajarlos para sacar el tapón con facilidad.
Existen también sacacorchos de pared dotados con una manivela, y otros de láminas que se utilizan sobre todo para extraer los corchos más delicados, aquéllos que se han dañado con el paso del tiempo y conllevan riesgos de rotura.
En la actualidad se pueden comprar online en diversas tiendas como http://www.lancaria.com y están incorporando funcionalidades adicionales a los sacacorchos; por ejemplo termómetros, para medir la temperatura del vino, o el llamativo alluminium, que permite extraer el tapón sin ningún tipo de esfuerzo.
No hay nada peor, al degustar un vino, que percibir restos del corcho flotando por el caldo o dentro de la boca. En consecuencia, el manejo de los sacacorchos ha de ser una prueba superada en cualquier caso, con independencia del instrumento que queramos utilizar para ello.